miércoles, 29 de abril de 2015

Tus ojos

Noches como ésta,
donde lo único que hay es un vacío que me abraza sin la intención de querer soltarme.

Ojalá un abrazo así viniera de ti una última vez.

Las cosas pierden el sentido cuando los chistes pierden la gracia,
aunque fuera mucho peor que no me volvieras a mirar a los ojos.

Solo hablabas de cosas insignificantes,
te reías solo,
mientras yo no podía dejar de darme cuenta de la distancia que habías interpuesto entre nosotros.

Ver tu silueta desparecer a lo lejos,
fue algo así como la despedida que nunca pronunciaste,
el silencioso adiós al ver que no te volvías ni una última vez antes de doblar la esquina,
y me di cuenta que de verdad te habías ido.

Aún me quedaban tantas promesas por prometerte,
tantos te quiero por decir,
innumerables amaneceres despertándome antes que tú para poder observar como dormías.

Pero en realidad todo eso había desaparecido con la sombra que te perseguía por aquella calle donde te vi por última vez.

Lo peor de todo no fue que me dejaras con tantos planes por hacer,
sino la simple idea de que nunca volvería a escucharte mencionar mi nombre,
de haber incumplido todas esas promesas que te hize,
que nunca dejaría que te fueras y aún así lo hayas hecho.

jueves, 16 de abril de 2015

Quizás aún esté a tiempo.

Últimamente hay tantos días grises que he dejado de contarlos,
cuando los soleados parece que hay que pagarlos con la visa oro.
Y es que cada día lo bueno se vuelve más difícil de encontrar,
lo malo lo regalan en cada esquina de esta ciudad.

Quedan tan pocas personas que me sobran dedos de la mano para contarlas,
cada vez son menos,
y es que se van tan rápido que me falta tiempo para decirles adiós,
cuando ya han llegado a la otra punta de la calle.

No sé donde quedaron todas esas promesas de "yo nunca te voy a faltar" o "a mí no me vas a perder",
pero estoy harta de que nadie las cumpla.
Parece que a nadie le importo lo suficiente para quedarse conmigo en las malas,
porque es ahí cuando todos desaparecen.

Quizás aún esté a tiempo para hacer que todo me deje de importar,
no esperar la ayuda de los demás,
tirar todas esas promesas vacías por el abismo de aquél acantilado en el que nos sentábamos al atardecer,
y cerrarle la puerta en las narices a quien intente volver a joderme.