Noches como ésta,
donde lo único que hay es un vacío que me abraza sin la intención de querer soltarme.
Ojalá un abrazo así viniera de ti una última vez.
Las cosas pierden el sentido cuando los chistes pierden la gracia,
aunque fuera mucho peor que no me volvieras a mirar a los ojos.
Solo hablabas de cosas insignificantes,
te reías solo,
mientras yo no podía dejar de darme cuenta de la distancia que habías interpuesto entre nosotros.
Ver tu silueta desparecer a lo lejos,
fue algo así como la despedida que nunca pronunciaste,
el silencioso adiós al ver que no te volvías ni una última vez antes de doblar la esquina,
y me di cuenta que de verdad te habías ido.
Aún me quedaban tantas promesas por prometerte,
tantos te quiero por decir,
innumerables amaneceres despertándome antes que tú para poder observar como dormías.
Pero en realidad todo eso había desaparecido con la sombra que te perseguía por aquella calle donde te vi por última vez.
Lo peor de todo no fue que me dejaras con tantos planes por hacer,
sino la simple idea de que nunca volvería a escucharte mencionar mi nombre,
de haber incumplido todas esas promesas que te hize,
que nunca dejaría que te fueras y aún así lo hayas hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario